«No es valiente quien no tiene miedo, sino quien sabe conquistarlo.» Nelson Mandela
Todos sentimos miedo a lo largo de nuestra vida. Es una emoción con la que nacemos y gracias a la cual, hemos podido sobrevivir como especie ante miles de depredadores. Es una respuesta natural que experimentamos ante un peligro, ante algo que pasó, que está pasando o que podría pasar. Este es el miedo que está asociado a la prudencia y el que nos avisa, como lo hace una sirena, de que hay ciertas situaciones que se tienen que evitar o en las que se tiene que luchar porque podrían poner en peligro nuestra integridad. Por ejemplo, el miedo que sentimos cuando nos acercamos demasiado al fuego puede salvarnos de sufrir graves quemaduras.
Lo que hay que tener en cuenta es que no siempre es el espejo de algo que existe realmente. Muchas veces tememos algo que no existe, algo que únicamente está en nuestra imaginación, y sin embargo, nosotros no dejamos de escuchar constantemente la sirena del miedo. Esto pasa por ejemplo, con los monstruos cuando somos niños y con otras cosas cuando nos vamos haciendo adultos.
¿Qué pasa cuando el miedo se instaura en nosotros durante mucho tiempo y además no tiene justificación aparente? Que el miedo se convierte en un sentimiento o emoción limitante que impide que podamos disfrutar de la vida cómo nos merecemos. Pasa a ser una emoción tóxica que daña nuestra salud y bienestar.
Cuando nos encontramos ante una situación de miedo nuestro cuerpo sufre una serie de cambios que nos permiten responder con mayor rapidez y eficacia ante las adversidades. Nuestro corazón palpita con mayor velocidad con el fin de enviar más sangre tanto al cerebro para aumentar la actividad cerebral, como a las extremidades, por si tenemos que salir corriendo; las pupilas se dilatan para facilitar la visión, la respiración se acelera para que los pulmones puedan repartir más oxígeno por todo el cuerpo y también se producen tres hormonas: la adrenalina, la noradrenalina y las corticoides, también llamadas hormonas del miedo. Estas últimas impiden que se produzca la conexión entre nuestras neuronas (sinapsis) que son la base de la creatividad.
Por tanto, si una persona vive en una situación de miedo constante le resultará prácticamente imposible desarrollar y mostrar todo su potencial. Se paraliza.
¿Qué podemos hacer nosotros cuando sentimos que el miedo nos ha atrapado?
Mercedes Casado
Psicóloga
2 Comments
Buen trabajo!
Muchas gracias!