El arte del coaching familiar o de pareja, para lograr el equilibrio y crecer.
Ente los diferentes tipos de coaching existe un campo cada vez más demandado: “el coaching familiar y de pareja” que consiste en hacer coaching no sólo con las personas individualmente y en grupo sino a la vez con ese TODO, que es el sistema.
La familia o la pareja constituyen un sistema en el que los elementos que lo forman provocan reacciones inconscientes entre sí a la hora de relacionarse.
La Visión Sistémica de la familia aporta cinco premisas que ayudan a lograr el primer paso en un proceso de coaching familiar, tener más consciencia de cómo nos relacionamos y de los efectos que dichas relaciones pueden producir. Dichas premisas son las siguientes:
En un proceso de coaching familiar, se realizarán diferentes sesiones. En algunas se trabajará con un único miembro de la familia, en otras con varios de ella o con todos a la vez, dependiendo siempre de la conveniencia, según la evolución del proceso
Como situaciones en las que se recomienda un proceso de coaching familiar o de pareja podríamos citar las siguientes: falta de entendimiento, problemas de convivencia, preocupación por el presente y el futuro de los hijos, cambios significativos que afectan al conjunto de la unidad familiar, procesos de adaptación a nuevas situaciones, relaciones enquistadas, diálogo inexistente, falta de cohesión, anhelo de la armonía familiar, etc. En todas estas situaciones, y otras similares, es necesario un cambio desde lo esencial del sistema global, que provoque a su vez cambios profundos y duraderos en las dinámicas de relación familiar, o de pareja, de los individuos.
No hay recetas mágicas ni soluciones de manual. Tan sólo observación, escucha, intuición, diálogo y unas preguntas que los coaches denominamos «inteligentes o poderosas», así como algunas técnicas que vienen de la Programación Neurolingüística (PNL) que sirven para que los miembros que forman la familia o la pareja tomen consciencia de esas creencias y de esas emociones, que en ocasiones provocan conflictos entre ellos. Es a partir de este momento en el que los propios miembros pueden vislumbrar los cambios necesarios para establecer el equilibrio y lograr los objetivos deseados, considerando siempre los recursos que todos ellos poseen y sobre todo apoyándose en esa poderosa fuerza que es el amor, permitiendo crecer juntos pero no atados.
Una vieja leyenda sioux cuenta lo siguiente:
Una vez llegó hasta la tienda del brujo más viejo de la tribu una pareja de enamorados de la mano: Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Alta, la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de la tribu.
– «Nos amamos», empezó el joven
– «Y nos vamos a casar», dijo ella
– «Y nos queremos tanto que tenemos miedo»
– «Queremos un hechizo, un conjuro, un talismán»
– «Algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos»
– «Que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar a Manitú el día de la muerte»
– «Por favor», repitieron, «¿hay algo que podamos hacer?»
El viejo los miró y le emocionó verles tan jóvenes, tan enamorados…
– «Hay algo…», dijo el viejo después de una larga pausa. «Pero no sé… es una tarea muy difícil y sacrificada»
– «No importa», dijeron los dos
– «Lo que sea», ratificó Toro Bravo
– «Bien», dijo el brujo. «Nube Alta, ¿ves el monte al norte de nuestra aldea? Deberás escalarlo sola sin más armas que una red y tus manos, y deberás cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte. Luego deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de la luna llena.»
– «Y tú, Toro Bravo», prosiguió el brujo, «deberás escalar la Montaña del Trueno y, cuando llegues a la cima, encontrar la más brava de todas las águilas y, solamente con tus manos y una red, atraparla sin herirla y traerla ante mí, viva, el mismo día en que vendrá Nube Alta… ¿Comprendisteis?»
La pareja asintió y el anciano chamán hizo un gesto indicando que no tenía más que decir. Los jóvenes se miraron con ternura y después de una fugaz sonrisa salieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte, él hacia el sur. El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con sendas bolsas de tela que contenían las aves solicitadas.
El viejo les pidió que, con mucho cuidado, las sacaran de las bolsas. Los jóvenes lo hicieron y expusieron, ante la aprobación del viejo, los pájaros cazados. Eran verdaderamente hermosos, sin duda lo mejor de su estirpe.
– «¿Volaban alto?», preguntó el brujo
– «Por supuesto, como lo pediste… ¿y ahora?», preguntó el joven. Esperamos un sacrificio, ¿hemos de matarlos, qué hemos de hacer?»
– «No», dijo el sabio anciano. «Haced lo que os digo. Tomad las aves y atadlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero. Cuando las hayáis anudado, soltadlas y que vuelen libres»
El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron los pájaros. El águila y el halcón intentaron levantar vuelo pero sólo consiguieron revolcarse en el suelo. Unos minutos después, frustradas, las aves arremetieron a picotazos entre sí hasta lastimarse.
– «Este es el conjuro. Jamás olvidéis lo que habéis visto. Sois como un águila y un halcón; si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que además, tarde o temprano, empezarán a hacerse daño el uno al otro. Si queréis que vuestro amor perdure volad juntos pero jamás atados».
Mercedes Melgar
Coach certificado
Artículo publicado en la revista Crearte