“Es difícil relacionarte con tu hijo mientras friegas los platos si ni siquiera lo miras; lo primero que necesita una buena comunicación es estar, demostrar con pequeños gestos, con la mirada, que tenemos disponibilidad, que nos interesa.” Ricard Ramos
La adolescencia es una etapa complicada que se caracteriza por una inestabilidad, sobre todo a nivel emocional. En muchas ocasiones, las hormonas son quienes toman las riendas del comportamiento que tiene el adolescente haciendo que éste sea impredecible, lo que comporta que los padres, por su parte, se sientan desesperados y puedan llegar a perder los estribos en algunos momentos.
Es un período en el que a los padres les toca reflexionar sobre cómo ellos se comportan con respecto a sus hijos. Es necesario e importante:
La adolescencia es una etapa en la que la familia pierde protagonismo frente a las amistades y en la que la autoridad no deja de cuestionarse continuamente. El adolescente se debate una y otra vez entre la rebeldía y la autoridad, ya que aunque no lo parezca y le cueste asumirlo, continúa necesitando límites.
La existencia de ciertos límites o normas en una familia son totalmente necesarios en todas las edades. No solo son importantes porque favorecen la armonía familiar y limitan el comportamiento de los hijos, sino también, porque les permite prever y controlar lo que se espera de ellos, cómo tienen que actuar o lo que va a pasar en cada circunstancia. Eso les hace sentir en un ambiente seguro.
Estos límites o normas deben ser: pocos, claros, firmes, formulados en positivo y adaptados a la edad de los hijos.
Al entrar en la adolescencia, los hijos luchan por poner a prueba dichos límites y conseguir lo que ellos quieren. Su capacidad de desafío se hace mucho más intensa. Por esa razón, los padres deben mantenerse firmes, ir ambos a la una y mostrar seguridad ante ellos. Es muy importante que los adolescentes aprendan a respetar esa autoridad.
No obstante, la escucha y la negociación tienen papeles muy importantes en este punto. Se debe aprender a escuchar lo que necesitan o preocupa a nuestros hijos para así prestar atención a los motivos que tienen para llevar la contraria. Incluso también hay que aprender a acordar, ceder y negociar algunas normas con ellos, pero nunca dejar que sean quienes marquen dichos límites.
Darles todo a los hijos y lograr que lo tengan todo fácil no es lo más positivo para ellos. Esa sensación de tenerlo todo tan fácil, puede generar inseguridad y baja tolerancia a la frustración tanto en el niño como en el adolescente. Si los hijos se acostumbran a conseguirlo todo siempre, crecerán con el derecho a tenerlo todo simplemente por existir.
Mercedes Casado
Psicóloga col. 22371